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El Partido Morado en la Escena Nacional

Publicado: 2019-03-14


El nacimiento de un nuevo partido político es siempre una buena noticia para la democracia, más aún si es uno que cuenta con una organización nacional que se encuentra activa y dispuesta a cambiar la alicaída política nacional. Ese es el caso del Partido Morado que ha llegado para quedarse. Se trata de una organización joven que con mucho tesón y esfuerzo ha logrado sobrepasar las altas y absurdas vallas que el Estado peruano coloca a las organizaciones políticas para inscribirse.

Lo que llama la atención es el sobresalto que ha provocado en la vieja escena nacional la aparición de este nuevo partido. Tal vez sea por el natural temor al cambio o porque vean amenazados sus viejos liderazgos por un modo nuevo de hacer política y comprender la sensibilidad de la gente. De este modo, la narrativa fundacional del Partido Morado se inscribe en una acción heroica. Conoció la frustración y pudo ver el peor rostro de la vieja manera de hacer política, cuando le fue anulada la inscripción el 2016, lo que le impidió llegar al poder.

Luego, lejos de arredrarse, los integrantes del nobel partido decidieron lanzarse a la empresa de lograr la inscripción y ya no depender sino de sí mismos para poder participar honestamente en la vida política del país. Así, han demostrado que, ni son producto del mero marketing, ni un cascarón lleno de superficialidades. Todo el esfuerzo desplegado por miles de peruanos que salieron a pedir las firmas y los cientos de miles de ciudadanos que confiaron en el Partido Morado nos muestran que estamos ante la más sólida organización política del Perú. Presente a lo largo y ancho del país con comités orgánicos y vivos, donde diariamente millares de peruanos renuevan su fe y esperanza en la política y en la necesidad del gran cambio que nuestra patria demanda.

La construcción de este partido ha demandado un enorme esfuerzo de gestión y sentido de la política. Dos cualidades indispensables en el mundo de hoy si se quiere hacer un buen gobierno. Saber planificar, organizar y gestionar ha sido la condición necesaria pero no suficiente para lograr esta gran organización. Se ha requerido también de mucha actividad y muñeca política para lograrlo. Saber escuchar las necesidades, esperanzas, frustraciones y sueños de cientos de personas tan distintas entre sí y saber compaginar, amalgamar y coordinar todo ello, requiere sin duda de una gran habilidad política. En ese sentido, debemos reconocer en Julio Guzmán, líder del Partido Morado, la confluencia de ambas habilidades. Ha demostrado ser, a un tiempo, gestor y político, organizador e inspiración.

Pero el Partido Morado no sólo es esto. También trae consigo una doctrina, una propuesta. Se reclama un partido republicano de centro. Sabemos que el republicanismo es anterior al liberalismo y al socialismo. Hunde sus raíces en la idea de civitas en Roma y en la edad moderna podemos encontrarlo en Florencia, en la independencia norteamericana y en la revolución francesa. De Ciceron a Maquiavello, pasando por Rousseau y Montesquieu el republicanismo ha bregado siempre por la institucionalidad y la construcción de ciudadanía.

Su idea fundamental es la de la libertad como no-dominación, es decir, la capacidad de los ciudadanos de decidir libremente sin estar sujetos al poder de otros. Este ideal, a diferencia del ideal liberal de la libertad como no-interferencia, es dinámico siempre abierto a algo más que lo meramente institucional. El ideal liberal de la libertad como no-interferencia imagina a las personas como individuos aislados que únicamente se agrupan a fin de coordinar sus intereses, principalmente económicos, sin la intervención estatal, que debe limitarse solamente a brindar justicia (procedimental) y seguridad. Así las cosas estos individuos no construyen ningún sentido de comunidad más allá de sus meros intereses y la organización política es absorbida por el mercado que se levanta como el espacio privilegiado para que los individuos sean libres. Constituye, por tanto un libramiento descarnado de una competencia y acumulación sin límites en la que estos supuestos individuos libres terminan dominados por las grandes corporaciones e intereses económicos mayores que sus solas fuerzas.

El ideal de libertad como no-dominación que defiende el republicanismo exige que no se exponga a las personas a exigencias arbitrarias como suele hacer el socialismo que busca la uniformidad antes que la igualdad. No es suficiente la defensa de una plataforma de derechos si, por ejemplo, se cree en un Estado interventor en la vida de los ciudadanos. La no-dominación exige que nadie debe estar en una posición en la que pueda interferir en sus vidas, imponiendo una cosmovisión determinada.

El republicanismo está convencido que este ideal de libertad como no-dominación sólo es posible logrando un “igualitarismo estructural”, es decir, crear las condiciones para que todos tengamos igualdad de poder desarrollar nuestras capacidades. Pero esto no se puede hacer en una sociedad de individuos atomizados y sin ninguna otra conexión que el interés económico. Se trata de un ideal comunitario. La no-dominación sólo es posible en la medida en que todos estemos en las mismas condiciones para poder aceptar o rechazar algo. Como señala Philip Pettit: “Querer la libertad republicana es querer la igualdad republicana; realizar la libertad republicana, realizar la comunidad republicana”.

En otras palabras, el ideal republicano se encarna en el ciudadano. En aquella persona que junto a otras ha construido un sistema institucional y de derechos que le asegure su libertad y que en conjunto defienden las virtudes cívicas que tienen por objeto lograr una convivencia respetuosa. El sentido cívico e institucional del republicanismo es precisamente lo que lo coloca al centro del espectro político. Ni está a la derecha con los poderosos, dueños del país que no saben del respeto a la ley sino sólo de sus intereses personales; ni con los extremistas que sólo saben ubicarse en el lugar de la protesta, pero son incapaces de construir un programa propositivo.

En ese sentido, el Partido Morado, que se reclama republicano, se ubica en ese centro que le permite realizar la gran tarea que se ha propuesto, y por la cual ingresa oficialmente a la política: La construcción de ciudadanía.

Esta construcción de ciudadanía debe hacerse de una manera creativa. Emparejando la cancha (igualitarismo estructural) para que todos puedan competir en igualdad de condiciones. Pero, eso no basta, es necesario acompañar ese emparejamiento con una fuerte inversión en las capacidades de las personas: iguales pero diferentes. De ahí la gran apuesta por una auténtica renovación en la educación. Como se trata de un ideal colectivo, es lógico que el Estado deba intervenir en este emparejamiento. Por eso, se construye ciudadanía, educando para la libertad, brindando un buen sistema de salud, reforzando las instituciones para que la justicia sea justa. Pero también recuperando el respeto y el principio de autoridad. Ordenando el caótico transporte, con reglas claras y efectivas, que es hoy una metáfora de nuestra sociedad. Respetando y promoviendo la diversidad cultural de nuestro país entendiendo que todos tenemos derecho a elegir el modo de vida que prefiramos. Defendiendo y promoviendo los derechos de las mujeres y la comunidad LGTB. Es decir, anteponiendo la persona al interés económico.

Desde luego, que para todo ello también es importante contar con un desarrollo económico sostenible basado en las capacidades de nuestros ciudadanos. Esto pasa por la diversificación de nuestra economía. Se construye ciudadanía, por ejemplo, empoderando e invirtiendo no sólo en el talento de las personas sino también en sus diferentes iniciativas económicas. No podemos seguir siendo meros abastecedores de materias primas y dependientes de los precios de los minerales. Tenemos también la agroexportación, la fabricación de ropa, la pesca, etc. Por ejemplo, usemos nuestros yacimientos de litio para traer al Perú la industria de fabricación de autos eléctricos y la consiguiente transferencia de tecnología. Así también se construye ciudadanía.

Mantener el difícil equilibrio entre la libertad y la igualdad es la tarea primordial que se ha propuesto el Partido Morado. Para ello, no puede estar de espaldas a las necesidades y demandas de los ciudadanos. Al lado del discurso está la acción. Nuestra tarea será la de solucionar los problemas cotidianos de la gente. La falta de luz eléctrica, de agua potable, de pistas, etc. No se puede hablar de ciudadanos iguales si no contamos con los servicios básicos. No se puede hablar de ciudadanos cuando tenemos aún altos índices de desnutrición, si nuestros estudiantes no comprenden lo que leen o si miles de personas viven año tras año los embates, perfectamente previsibles, de la naturaleza. Todo ello implica construir ciudadanía.

Para eso ha llegado el Partido Morado y los miles de peruanos que lo conforman bajo el liderazgo de Julio Guzmán. Esta es una organización y como tal no depende de una sola persona sino de un equipo. Pero es justo reconocer la entrega y compromiso del fundador y líder. No obstante, irán apareciendo nuevos liderazgos de gente comprometida con el bienestar del Perú.

Desde su inicio este partido no ha querido antropomorfizarse asumiendo por nombre, por ejemplo, las siglas del nombre de su líder. El nombre de morado reivindica no sólo el centro entre el rojo de la izquierda y el azul de la derecha, sino la diversidad cultural de nuestro país. El morado es un color muy caro al sincretismo religioso del que somos producto. Es un color predominante en la iconografía de la amazonia. Tenemos un mes morado que incluso cobra expresión en la gastronomía (un maíz morado, único en su especie y que es del Perú) y toda la diversidad que ella conlleva. Es también un color que expresa protección ante los desastres, los cristos morados, como el de Pachacamilla, Luren, Ayabaca o el del Cusco; son todos conjuraciones contra los temblores, los de la tierra y los del alma. Esto nos ayuda a recordar quienes somos y donde estamos ubicados. Todo eso ha querido expresar la elección de un color para el nombre del partido. Iguales pero diferentes sigue siendo la meta a la que aspiramos llegar.

Estas son sólo algunas razones para saludar el nacimiento de este partido. Su participación en el espacio público peruano será, estamos seguros, muy importante. Una renovación de la política, pero enraizada en viejos ideales como aquellos de nuestros padres fundadores. Que el bicentenario sea la fecha propicia para renovar nuestro tan anhelado ideal de república y para empezar a cumplir la promesa de la vida peruana.


Escrito por

Jaime Villanueva Barreto

Doctor en Filosofía. Profesor Asociado del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.


Publicado en

CIUDADANÍA O BARBARIE

Temas de política, filosofía y cultura, entre otros.