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UNA DETENCIÓN MÁS ¿QUÉ PODEMOS SEGUIR APRENDIENDO?

Publicado: 2019-11-04


La reciente detención del ex presidente Pedro Pablo kuczynski por estar, presuntamente, involucrado en actos de corrupción y lavado de dinero cuando fue ministro en la gestión de Alejandro Toledo nos abre varios temas sobre los que vale la pena reflexionar.

Uno primero es la relación que un cierto sector de la llamada “clase alta” peruana ha establecido con el Estado. Desgraciadamente, desde la fundación misma de la república, han visto en el Estado un botín o una oportunidad de utilizar el poder y la postura privilegiada que otorga un alto puesto público para realizar “negocios” privados. Desde el guano, pasando por el contrato Grace, la pesca, el petróleo, la minería y especialmente la obra pública, todo ello fue visto como un modo de ganar dinero a costa de los intereses de todos. Lo peor de esto, es que, muchos de ellos, ni siquiera son plenamente conscientes de que estén haciendo algo indebido. Su idea parece ser: si puedo ganar dinero y con eso algunos más se benefician entonces es correcto. “Todos ganamos” que en verdad es “Todos perdemos”. Pues perdemos bienestar y perdemos también la confianza en nuestras instituciones y las personas que las dirigen. Perdemos el elemento básico de toda república, la confianza.

Otro elemento es una cierta visión aristocratizaste. Por convicción o temor muchos se han apurado a señalar lo arbitrario e innecesario de la medida incluso alegando falsedades como que un anciano no puede ser detenido o ir preso. Si eso fuera cierto, Alberto Fujimori o Abimael Guzmán ya deberían estar libres o toda persona mayor de 70 años podría delinquir impunemente. Hay una suerte de dictum atávico: el patrón no puede ser malo. Nos cuesta mucho entender la igualdad ante la ley. Si un Juez ha decidido que debe ser detenido entonces debe serlo y debemos todos suponer que esa resolución es conforme a ley. No he visto que nadie se escandalice por las cientos de detenciones de ancianos que hay cotidianamente en el Perú. Sin igualdad no existe la posibilidad de construir una república, seguiremos, por tanto, condenados a los príncipes o mesías.

También se encuentra el hecho que esto obedece a un sistema especialmente construido para permitir el avance de la corrupción en el Estado. Es como si no se hubiese aprendido nada de los noventas. Cambian los actores pero la obra sigue siendo la misma y eso es lo más perturbador y peligroso. De nada sirve que sigamos colocando presidentes en la cárcel si no somos capaces de decir: Basta Ya! Si no somos capaces de colocar un límite a esta desmesura de nuestros gobernantes corremos el serio riesgo de la desintegración social. Como ya se dijo, ninguna comunidad humana puede vivir sin un mínimo de confianza en sus gobernantes y en sus instituciones.

Nuestra sociedad está fraccionada. Pareciera que en ella conviven muchos mundos inconexos cada uno detrás de sus propios intereses particulares, sin solución de continuidad el uno con el otro. No se trata de que una mafia se haya hecho del poder para robar, es todo un sistema. Todos nuestros presidentes elegidos democráticamente están ahora involucrados en temas de corrupción y tres de cuatro tienen o han tenido una orden de detención. Esto dice no solamente de ellos sino también de todos nosotros que parece nos hemos acostumbrado a que las cosas deben seguir de ese modo. Esperemos que ahora, estos nuevos bríos que se levantan desde el Ministerio Público y el Poder Judicial donde, al menos, algunos de sus miembros, parecen haber tomado la misión de recobrar para el ciudadano la confianza en sus instituciones sirvan para no cejar en esta lucha que apenas inicia y en la que se necesitará del concurso de todos.


Escrito por

Jaime Villanueva Barreto

Doctor en Filosofía. Profesor Asociado del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.


Publicado en

CIUDADANÍA O BARBARIE

Temas de política, filosofía y cultura, entre otros.